jueves, 6 de marzo de 2014

Las cosas de Ana

Veinticinco años. Junté todo y me fui al desierto. Llevé conmigo la blusa de Ana, su perfume, su adoración por los atardeceres, por el pan de la mañana, sus mates amargos, sus labios dulces, su mirada de asombro, la esquina donde nos conocimos, sus libros de izquierda, su amor por los demás, su cuaderno de anotaciones poéticas, su pensamiento sobre el aborto, su adoración al Che, todos sus amigos muertos en fotos, su primera vez. Junté todo en el desierto, en noche estrellada. Armé una gigantesca pira y la quemé. El fuego iluminó mi alma, subió a los cielos e incineró los recuerdos. Los anuló de mi conciencia aunque sigan allí, al acecho. No puedo volver por esa esquina, ya no tomo mate ni voy a las marchas. Ya ni siquiera deseo otros labios y el amor se ha transformado en placer. Después de tanto fuego se me ocurrió llevar la lluvia al desierto.