lunes, 2 de junio de 2014

Húmedo y frío,

como el asfalto en esta noche de invierno. El agua mojándote los pies, llenando de hielo tu cuerpo. Cerrás los ojos para calentar las órbitas, las manos en los bolsillos rotos. Saltando en el lugar mientras pasan eternos los segundos, con la lluvia empecinada contra vos, mientras todos duermen calientitos. Estás solo bajo la luna que no se ve. Las medias no se calientan por arte de magia, no hay fósforos ni siquiera cartones, el de vino no sirve por el interior metalizado. Vienen tres cumpas escapándole a todo, no tienen plata ni están de buen ánimo, pero tienen fósforos, papel y madera. Encendemos un fuego, que crece de a poco, mágicamente, y seca las medias y el sobretodo raído. Debajo de un tronco se encuentra una botella casi llena de vino, los rostros sonríen y se relajan, las bromas ahuyentan al frío. Carioca de pico de vino, el calor nos sube por el cuerpo, la luna aparece en la noche. Sentados juntos miramos el cielo donde un gran cometa viene al encuentro. La luz blanquecina muta de repente y se transforma de nuevo en un helado río que del cielo cae y moja al fuego, y hace que todos corramos bajo el puente, a la orilla del río. ¡Que injusto que ustedes estén tan calientitos! Mientras llueve tanto y hace tanto frío.