jueves, 15 de mayo de 2014

5 años después de que mataran a Ana

volví a La Plata en otoño, caminé sin rumbo por las calles desiertas de un domingo cualquiera. Cada momento me resultaba agobiante, es una ciudad a la que no quiero volver nunca. Me encuentro de repente en la puerta del Zoológico, como tantas otras veces. El pochoclero y el de los globos con su música característica, intentando vender algo antes de que la gente entre. Ana, me acuerdo que con Ana odiábamos el zoológico y queríamos que desapareciera. Mientras alimentábamos al Tucán ideábamos planes de sabotaje. Estudiamos los horarios de los vigilantes y entramos una noche. Disfrazados para que no nos reconocieran, ella de Aldana Star y yo del Capitán Quilmes. Munidos de sendos aerosoles pintamos las paredes de las jaulas, ante la mirada impertérrita de los leones. Aves sin vuelo escribimos, libertad a los inocentes, no venga más al Zoo. Nos divertimos esa noche, al amanecer llamamos al diario local, para que cubra la noticia antes de que se taparan las paredes. Y así lo hicieron, Aves sin vuelo fue primera plana del diario El Día de La Plata. Como nos reímos aquella mañana, mientras tomábamos mate. Hoy no voy entrar al Zoo, ya lo sueño bastante, más que un sueño es una pesadilla amable, un sueño sobre la imbecilidad humana. El sueño de Jazz