domingo, 10 de agosto de 2014

Charla al mediodía

Después de un tiempo Ana manejaba el negocio de las lluvias mejor que Jazz. Ella estaba al frente, Jazz aprovechaba para ir a visitar amigos y recorrer los bares. Se encontraban al mediodía para comer juntos, de vez en cuando. Charlando en la cocina.
Ana: ¿Qué hiciste anoche?
Jazz: ¡Uf! Anoche me lo encontré al Purly, terminamos en cualquiera, cantando tangos, reduros en un bar.
Ana: ¡Que bonito eh! ¿No te pareces que estás grande para andar tomando falopa?
Jazz: ¡No! Yo no tomo casi nunca, me hace mal, nunca pude engancharme, por suerte, pero de vez en cuando, cuando nos juntamos a comer un asado con los muchachos o cuando me encuentro con un personaje como Purly, me gusta. Los dos primeros tiros son buenísimos, después vas para abajo, irremediablemente.
Ana: ¡Ah! ¿sí?
Jazz: Tiene que ser pura o casi, sino además de no pegar como debería me baja las defensas, creo que es psicológico también, como las ganas de cagar, eso a mi no me pasa pero conozco gente donde es automático, vos decís bolsa y se cagan encima. Siempre que tomo gilada me resfrío, hace poco me agarró una infección en la nariz que me desfiguró la cara, no pude ir a trabajar.
Ana: ¿Qué fue lo peor que te pasó tomando merca?
Jazz: ¡Uf! muchas cosas, casi todas, no hay como el faso, es realmente medicinal creo yo, la merca es mala, pero te repito esos dos primeros tiros son geniales. El punto es tener equilibrio, a veces menos es mas. Me acuerdo una vez, me tocan el timbre a las ocho de la mañana, estaba estudiando en La Plata, era mi segundo año pero para ese momento ya me conocía todos los dealers. Mi hermana acababa de llegar a vivir conmigo. Me levanto, era el Cebolla, un tipo que vivía pasado y que era amigo de un compañero de facultad. Le abrí. Cuando entró me di cuenta de que estaba reduro, mal, tenía un ataque de persecución, yo ya lo había visto así en la casa de un amigo, se ponía paranoico, cerraba las persianas y los postigos, miraba por los ojos de la cerraduras y te preguntaba todo el tiempo quién estaba en la otra habitación, bueno, ese día volvió a repetir su escenita, lo mismo pero mucho mas exaltado. Sacó una jeringa y me preguntó si se podía picar. Imaginate mi cara, siempre me pareció mucho lo de picarse, nunca lo hice. Pensé en mi hermanita durmiendo plácidamente, calculé que estaría por levantarse. No, le dije, no. ¿Cómo que no? ¿qué te pasa? ¿qué me decís? ¿estás loco vos? ¿no ves que necesito un chute? Andá al baño le dije, anda al baño y limpiá todo. Claro loco ¿qué te pasa? ¿qué te pensás que soy yo? ¿quién está en el cuarto? ¡Para para! ¡al cuarto no! Está mi hermana, andá al baño, está todo bien. Tardó como veinte minutos, estuve a punto de entrar por si estaba desmayado, salió desfigurado, no podía ni caminar. Tengo que salir le dije. ¿Eh? ¿adónde vieja? que mala onda! No en serio me tengo que ir. ¿No querés un tiro? ¡dale! No gracias tengo que salir. ¡Dale! no seas mala onda loco, te vengo a visitar ¿y no me acompañas? Escuché ruidos en el cuarto de mi hermana. Bueno dale le dije, tomemos unos tiros. Armó cuatro rayotas, se tomó las dos más gordas y me dejó el resto, me las tomé y salimos del departamento. Me lo saqué de encima después de un par de cuadras y volví corriendo, por suerte mi hermana no había entrado al baño, busqué por todos lados por si había quedado alguna aguja, pero todo estaba bien. Salí nuevamente.
Ana: ¿Y qué hiciste?
Jazz: ¡Y viste! los primeros dos tiros son los mejores, me caminé todo el centro veinte veces mirando vidrieras, me compré una coca y después tres cervezas, volví al mediodía y me fui a dormir la siesta.