domingo, 23 de noviembre de 2014

Morir junto al mar

Jazz desayuna mirando el mar, Javiera, su joven amante duerme. La lluvia golpea las ventanas de la casita del acantilado. A lo lejos un gran barco suena su sirena. El mar, inmenso, inconmensurable. Nos damos cuenta de que somos en el universo como un grano de arena en la playa, dice el cartel en la puerta de la casa. Jazz a sus setenta está feliz y calmado. Cuando para la lluvia sale a caminar por la playa, su perro lo acompaña. El aire fresco del pacífico le hace brotar millones de imágenes de su vida mientras cae desmayado en la arena. El perro preocupado comienza a ladrar. Javiera se ducha en el baño y no escucha nada. Pasa un largo rato, las aves sobrevuelan el cuerpo de Jazz. Al subir la marea el agua comienza a mojarle la cara, se mueve, abre los ojos. Un aviso piensa, el fin está llegando. Javiera se acerca corriendo y lo ayuda a levantarse, lentamente caminan hacia la casa, el perro los acompaña.